En días
recientes, tuve una actividad de Boyscouts en Plaza Las Américas con mi chico.
A medida que caminaba por los pasillos me iba encontrando gente que conocía.
Como es natural, me detenía a saludar y a charlar por unos minutos. Lo interesante de cada parada fue que a cada
una de esas personas mi hijo las saludó como si las conociera de toda la vida y
les daba un abrazo fuerte.
Las
reacciones fueron todas similares. Mis amigos respondían el abrazo, con algo de
sorpresa, pero con una expresión en sus rostros de mucha ternura y alegría.
Daba gusto ver como se iluminaban sus rostros.
Al concluir
la actividad, y camino a nuestro hogar, le digo a mi chico:
─”Papi,
tengo curiosidad...”
─”¿Qué es
curiosidad?”, preguntó.
─”Pues que
me gustaría saber algo”, contesté.
─”Ahh, ok.
¿Qué quieres saber?
─”Quería
saber por qué saludaste a todos mis amigos con un abrazo si tú no los conoces”
─”Duh,
papá, son tus amigos y no me van a hacer daño.”
─”Tienes
razón papito, no te van a hacer daño.”
─”Además,
me siento como una persona nueva cuando abrazo a la gente”.
¿Qué
aprendí de esto?
Carlos, esta entrada me ha conmovido.
ResponderEliminarMil gracias a ti por compartir este experiencia y mil gracias a tu retoño por ser tan especial.
Sí, definitivamente que hay que tener alma de niño. Muy hermoso!!
ResponderEliminarPues yo me siento una persona nueva porque tuve el hermoso privilegio de abrazar a tu hijo en Plaza y es cierto: las almas nobles no abrazan con los brazos, abrazan con el corazon. Aprendamos todos!! :-)
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