Una tarde
pasé a recoger a mi hija al colegio. Le pregunté cómo había pasado el día, qué
almorzó y cómo le había ido con los dos exámenes que tuvo ese día. Me contó que
su día fue bueno y que obtuvo “A” en las dos pruebas.
Se queda cayada
un ratito y de repente interrumpe el silencio con una de sus famosas preguntas.
Esas que me ponen a pensar.
─”Papi, ¿qué es Dios?
─”Bueno, Dios es nuestro padre. El
que lo creó todo”
─”Nooo papi. Te pregunté qué, no
quién”.
Ajá, se
fastidió el hijo de Ita. Qué clase de pregunta es esa a las cinco de la tarde
cuando uno sale de trabajar con la mente fundida. Pero como siempre digo, mejor
intentar dar una respuesta que quedarse callado.
─”Bueno mi amor. Dios es un ser
Supremo. Está en todas partes. Es energía...
Aquí hago
una pausa a mi explicación porque al observar por el espejo retrovisor, noto en
su rostro una expresión de confusión. Como,¿ de qué rayos habla este?.
Entendí
inmediatamente que me había metido en un callejón sin salida y que me había
puesto muy filosófico con el asunto y le dije:
─”¿Qué pasó mamita?, ¿No
entendiste?”.
─”Papá, no entendí nada de lo que
dijiste pero yo sé la respuesta. Solo quería saber si tú sabías. Toma, esto lo
hice en el colegio y tiene la respuesta de lo que te pregunté.”
© 2012 - Carlos Torres
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¡Wow! Qué
gran lección me ha dado mi hija. ¡Dios es amor!
¿Qué
aprendí de esto?
A veces nos
complicamos queriendo dar una explicación, cuando en realidad es más simple de
lo que pensamos. Esta vez no fui yo quien tenía la respuesta, sino una niña de
8 años de una manera simple y perfecta.
Me encanta la simplicidad de la sabiduría de los niños.
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